Capítulo 9. ¿Por qué esperar a tener relaciones sexuales?

Álex tenía un embrollo en su cabeza. Desde que se animó a preguntar más sobre la cuestión del sexo y a leer libros recomendados por su mentor Luis, empezó a sentir la necesidad de vivir mejor su sexualidad. Esta vez pensó en el tema de la virginidad. ¿Era importante? ¿Sigue siendo un valor? A propósito de esto, Luis le comentó: “Si pedimos a una persona de cualquier cultura, raza, o país, que responda sinceramente a la pregunta: ¿qué prefieres, casarte con alguien que no haya estado antes con otro íntimamente, o lo contrario? ¡Dirá que lo primero!”. A Álex le parecía una obviedad, pero como siempre pasa con estos temas, no le parecía fácil vivirlo. Álex comentó: “¡Pero es que hay que esperar mucho!”. A Luis le hizo mucha gracia esta observación, y disimulando la sonrisa que le había provocado, le dijo: “Álex, que uno no se muere de virginidad. No le dan ataques por ser virgen, ¡ni explota!”.

Otra cuestión que inquietaba a Álex era que ya poca gente se toma en serio eso de esperar; al menos, era lo que creía. “¿Por qué tendré que esperar yo, si luego no voy a poder encontrar a una mujer que lo haya hecho?” –Dijo Álex a Luis-. Y Luis le animó: “Mira: si tú pones el nivel alto, encontrarás a una mujer de ‘nivel alto’. Si apuntas bajo, no estarás en el punto de mira de una chica estupenda y maravillosa, que sí apunta hacia lo más alto, pero que no puede fijarse en ti porque no estás en su horizonte de mira… ¡Qué pena sería tener que conformarse con lo mediocre! Porque sería, en justicia, lo que te merecerías. Por otro lado, es verdad que en muchos ambientes puedes parecer raro por defender tu virginidad y, como consecuencia, que se burlen de ti. Si te afecta mucho, apúntalo cuando llegues a casa. Apúntalo y guárdalo hasta el día que te cases y entonces lo leerás y te reirás tú a carcajadas, porque tú todavía tendrás algo que dar: algo puro y exclusivo para la persona que has estado esperando. Los que se reían de ti ya nunca podrán dárselo al ser querido.  Ya ves que el sexo tiene su precio”. Esto a Álex le hizo pensar. Parecía que quería decir algo, pero se calló. Luis, como adivinando lo que pasaba por su mente, siguió hablando: “En el corazón fluyen dos fuerzas. Por un lado, queremos amar bien. Pero por otro, aparecen las bajas pasiones, además de la presión social. A los hombres se nos ha engañado, porque de una manera u otra el mensaje es: «para ser hombre tienes que conseguir acostarte con una chica». Luego uno va contando a los ‘amiguetes’ las experiencias que ha tenido, como si se tratara de una pandilla de niños que han robado caramelos: « ¿Y qué has cogido? ¿A qué sabe? ¿Está bien el de fresa?». Y yo pregunto: ¿Por robar la pureza a una chica, y dejarla vacía, serás más hombre? Yo creo que no. Yo creo que tú serás más hombre cuando te sacrifiques por ella porque la quieres, negándote a ti mismo”. Álex tenía ya una pregunta que hacerle, y tan pronto se creó un silencio, la escupió: “¿Y si ella también quiere tener sexo?”. Luis le respondió rápidamente: “Ya… Pues qué quieres que te diga. Utilizar a una persona para el propio placer, aunque ella consienta en ello, es degradarla, o mejor dicho: prostituirla”.