¿Enfadarte con tu hijo es lo habitual?

Como padres, tenemos que enfadarnos cuando el comportamiento de nuestro hijo es inadecuado. Pero no se puede quedar la cosa en un enfado y ya. Además, hay que decirle por qué es incorrecta su actuación. Con pocas palabras, evitando el sermón; con firmeza y seriedad. Finalmente, hay que poner consecuencias al incumplimiento si lo ha habido. Y este recorrido lo haremos desde que tiene pocos meses, y así hasta que llegue a la madurez.

Pero, si lo habitual es estar en casa enfadados, y le reforzamos poco lo que nuestro hijo hace bien, y nos molesta cualquier cosa que haga, le estamos transmitiendo la idea de que es malo, de que haga lo que haga se llevará la bronca. Pensará: “Para qué voy a hacer las cosas de otra manera, si siempre me tratan igual”.

-“No sé qué hacer, lo castigue con lo que le castigue, le da lo mismo”- podrían ser las palabras de un padre desesperado. Esto pasa en las casas cuando el castigo es crónico. Y es normal, porque cuando se abusa de algo, pierde efecto.

A veces podemos estar muy cansados y gritar o pasarnos en la exigencia. No pasa nada si es excepcional, porque nuestros hijos entienden que papá o mamá están cansados o especialmente enfadados hoy. Educar lleva implícito equivocarse. Porque hay días, épocas, que estamos más cansados, irascibles, o pasando un mal momento.

Los padres somos únicos. Y la relación que tenemos con nuestros hijos es distinta a todas las demás –amigos, primos, tíos…-. ¿Tienes que ser un sargento? A veces te tocará serlo. Otras serás el mejor confidente. Otras, el más divertido de los amigos. Otras, el personaje más impopular. Y muchas el referente que imitarán a la hora de construir su vida.

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