Un principio básico para el desarrollo y el crecimiento de las personas es la estimulación: cuanto más fuerte es –y más repetida en el tiempo-, se consiguen mayores cotas de progreso.
Los padres y sus hijos adolescentes sufren muchas veces cuando están juntos porque se cometen muchos errores en la comunicación, sobre todo a la hora de estimular y hacer ver sus pareceres ante posiciones enfrentadas, lo que les lleva a evitarse, renunciando a una estrecha relación.
Que los padres tengamos más experiencia no significa que debamos brindar soluciones rápidas –atajos para salir del paso- cuando se trata de la educación de nuestro hijo. El problema radica en que estamos más pendientes de generar la salida del problema aún antes de terminar de escuchar a la otra parte. “No me entiendes” o “no me escuchas” son las quejas más habituales de los adolescentes hacia sus progenitores.
Algunas recomendaciones para mejorar la comunicación con los hijos son:
- Evitar negar los sentimientos de tu hijo. Cuando tu hijo cuente algo, lo mejor es considerar lo que siente cuando lo dice. Déjale que termine e intenta comprender lo que siente.
- Demostrar que lo entiendes. Un truco: parafrasea sus palabras, utilizando las tuyas para expresar que lo estás comprendiendo.
- Ponle nombre a sus sentimientos, y díselo. Es una buena manera de mostrar sintonía con él. No hace falta que aciertes (-Te veo especialmente triste… – “Bueno, realmente estoy muy enfadado…”).
- Construye la confianza. Por ejemplo, cabe decir algo así: ¿Qué puedo hacer yo por ti?
En cualquier caso, debate o discute con tu hijo. Pero no lo dejes por imposible. No lo evites. Tu hijo necesita llenarse de argumentos, tus argumentos, porque luego tendrá que enfrentarse al mundo, a sus amigos y amigas, y necesitará recordar tus palabras, tu énfasis al hablar, tu manera de gestionar los problemas. Los conflictos también fortalecen la relación entre padres e hijos. Y a dialogar se aprende con el tiempo. Pero entre tanto, muéstrate siempre cercano a él.
Lo contrario te debería alertar. Si tu hijo acepta todas las reglas que le impones sin protestar, ¿no te has planteado que igual tu hijo te tiene miedo, o simplemente le da igual todo y prefiere no compartir sus opiniones contigo? ¿Cuánta sinceridad hay entonces en vuestra relación? Cuando un hijo discute con sus padres, en el fondo es una muestra de respeto. Demuestra que valora a sus padres lo suficiente como para contarles sus pensamientos y sentimientos.